miércoles, 3 de diciembre de 2014

Cuando Sea Viejo

Necesito hacer mucho dinero, para cuando sea viejo.

Para que cuando sea viejo, poder pagarle a alguien que me corte las uñas,

que me arregle la barba y me lubrique los ojos.

Que me corte los pelos, dentro y fuera de la nariz,

y que acorte mis cejas, bigote y axilas.

Que se encargue de los pelambras que crecen en mis lóbulos y el cartílago superior de mis orejas,

que se encargue de limpiar la mugre dentro de mi ombligo,

y que me quite el exceso de mugresina en los demás rincones del cuerpo.

Que pula o recorte mis callos,

que limpie mis dientes, encías y lengua,

que me sacuda el polvo de la cabeza, zapatos y calcetines.

Que me tolere el mal carácter, y mis murmullos y/o gemidos,

que no reclame mi mal aliento, ni mi ensimismamiento,

y que se encargue de cualquier otra anomalía que mi ceguera o desinterés olvide.

Por eso, necesito hacer mucho dinero,

para cuando sea viejo.

domingo, 3 de agosto de 2014

Me Dicen El Believer

Líneas telefónicas recorriendo el mundo
Gente luchando por todo el mundo
Angeles cantando por todo el mundo
Nena, tú y yo recorriendo el mundo.

Jackie Chan recorriendo el mundo
Hulk Hogan recorriendo el mundo
Nena, volemos juntos por todo el mundo
Nena, volemos juntos por todo el mundo

Me dicen el creyente...
Me dicen el creyente...
Me dicen el creyente...
Me dicen el creyente...

domingo, 22 de junio de 2014

Una Noche en Pedazos

El 22 de Junio fue una noche realmente espectacular para Juan Carlos. Recorrió los pasillos del majestuoso hotel donde se hospedaba hasta perderse en sus pensamientos. Esto no le llevo mucho tiempo. Divagar era algo que le salía muy bien. Lo aprendió desde pequeño y sin siquiera planearlo. Cómo? Al parecer su padre se lo inculcó a su abuelo, a su vez, el abuelo al padre de Juan Carlos. No era un mal de familia, o al menos eso decían para justificarlo, era una bendición. Como la que salvó a Juan Carlos aquella madrugada. Que de haber encontrado lo que su salvaje instinto necesitaba, abríase dedicado a vender limonadas.

(Dedicada a Miguel de Unamuno).



domingo, 8 de junio de 2014

Historia De Una Cana

Edgar Allan Poe escribió en 1841 ‘Un Descenso al Maelstrón’. La historia cuenta cómo un náufrafo sobrevive a un Maelstrón. El Maelstrón es un remolino gigantesco que se origina en las costas de Noruega.


En la historia, el marinero se encuentra en una situación que raya lo fantástico. En un determinado momento, el barco del marinero se encuentra en el vórtice del remolino. Pero el Maelstrón no es cualquier remolino. Es un fenómeno natural que por su tamaño podría ser considerado inverosímil. Casi al final de la historia, el marinero se encuentra atrapado en el corazón del Maelstrón, maravillado ante la fuerza de aquel fenómeno. Por azares del destino, el hombre logra sobrevivir. Un grupo de marineros lo rescata, pensando que es un anciano. Pero no se trataba más que de un marinero de la misma edad de ellos. La diferencia, es que él había encanecido totalmente después de haber contemplado aquel Maelstrón. Su pelo y barba se habían tornado totalmente grises en menos de 24 horas. Tal fue su impresión.
Hombre al borde del Maelstrón


Leí esta historia cuando tenía 18 años y me impactó muchísimo. Siempre he tenido una especial fascinación por el mar. Y el hecho de que la furia del mar logrará hacer cambiar la fisonomía de alguien debido al terror que le había producido se me quedó grabado en la mente por mucho tiempo.


Estimado lector, visitante o curioso. Mi nombre es Isaul, tengo 32 años, nací y crecí en la ciudad de México, y como buen chilango, no sabía nadar hasta hace unos años. Aprendí a la mala.


Tengo varias canas en mi barba y algunas en mi cabeza. De hecho, tengo más canas en mi barba que en mi cabeza, y recuerdo exactamente el día en que me salió mi primera cana en la barba.

Cuando tenía 22 años fuí de vacaciones con mi novia y unos amigos a Acapulco. Como parte de nuestro festejo de graduación, nos hospedamos una semana en un hotel en Punta Diamante. Punta Diamante se encuentra al norte de la bahía de Acapulco, lo que quiere decir que en vez de las tranquilas olas de la bahía, se tienen el mar abierto y las olas del Pacífico. Que poco tiene de Pacífico para el nadador inexperto.


El grupo consistía básicamente de tres parejas y tres colados. Entre los colados, había un tipo que había venido de Estados Unidos. Se educó en la academia de los Estados Unidos como marine, es decir, tenía un entrenamiento militar. Al segundo o tercer día, mientras todos nos encontrábamos jugando en el mar, me llamó la atención su forma de atajar las olas. Se adentraba en las olas justo antes de que estas tronaran en él, aprovechando la inercia del mar. Sólo se veía su cuerpo dentro de las olas, siendo trasladado por éstas, como si fuera un delfín.


Yo le pregunté que cómo lo hacía. En dos minutos me explicó que justo antes de que llegara la hora uno debía sumergirse y penetrar la ola, aprovechando la inercia del mar. Había que meterse un poco mas, y me dijo que si uno sentía que estaba siendo succionado por el mar, debía de nadar en diagonal hacia la orilla, de lo contrario se estaría nadando contra el mar, y nunca se le vencería.


Sin pensarlo dos veces, y sobretodo sin tomar en cuenta mi limitada capacidad para nadar, hice el intento de nadar como él. Lo intenté varias veces sin éxito. Pero cada vez que fallaba, me encontraba mas lejos de la orilla y del piso firme. Mi novia me acompañaba mientras yo intentaba lograr la hazaña de montar la ola. Ella había aprendido a nadar desde pequeña, y lo hacía bien.


Llegó un momento en el que yo no podía montar la ola y tampoco podía tocar el fondo. Me estaba cansando, y mi novia, manteniéndose a cierta distancia, me recordaba que nos estábamos alejando mucho. Ella no se acercaba ya que en sus clases de natación había aprendido que intentar rescatar a alguien que se está ahogando puede resultar contraproducente. El que se está ahogando usará al que está flotando para mantenerse a flote, como consecuencia, ambas personas pueden resultar ahogadas.


Yo intentaba regresar pero ya no podía. Estaba cansado y no tenía tiempo de recuperar el aliento. El sube y baja de la marea no me daba oportunidad de retomar el aliento, tragaba agua accidentalmente con cada ola, cada vez que intentaba recuperar el aliento. Es más, ni siquiera sabía para donde regresar. Crecí con miopía y obviamente no llevé ni anteojos ni lentes de contacto al mar. Me encontraba en mar abierto y había perdido el sentido de dirección.


Desgraciadamente no llevé clases de natación cuando era pequeño. Aunque sabía cómo dar brazadas, lo hacía sin ninguna técnica en especial. Pero flotar era complicado, y sobretodo muy agotador. Tenía una noción de lo que era flotar, pero había buscado pocas oportunidades para ponerlo en práctica.


Estando a la deriva en mar abierto, con mi novia a unos metros, con los brazos cansados, con poco aire en los pulmones, y sin comprender cual dirección seguir en caso de poder recuperar el aliento, tuve una introspección en ese momento. Pensaba que esas iban a ser mis últimas vacaciones. Pensaba que había sido un tonto al lanzarme al mar abierto sin saber nadar debidamente. Pensaba que iba a morir. Tenía miedo, pero también estaba enojado conmigo mismo, miré al cielo y pensé, aquí voy a morir, que tonto fuí.


Y mientras pensaba esto, mi cuerpo se relajó esperando el fin, y sorprendentemente esta relajación me ayudó. Aunque no puedo decir que fue en ese momento donde aprendí a flotar, entendí que el estrés era mi peor enemigo. Mi cuerpo se soltó y entendí que requería de poca energía para mantenerme a flote. Le dije a mi novia que no se preocupara, que podía aguantar un poco más, hasta que alquien nos rescatara.


Así estuve algunos minutos. Hasta que llegó un tipo con una tabla de surf a rescatarnos. Me sentía tan confiado que le dije a mi novia que se subiera ella primero en la tabla. Yo podía aguantar un poco mas. Obviamente me tiró de a loco. Así que subí primero. Una vez arriba, era el turno de ella. Al intentar subirse, la tabla se volteó y nos fuimos de lado. Entre risas, nos volvimos a subir. Al cabo de varias brazadas y con el lanchero a nuestras espaldas, logramos llegar a la orilla. La caminata para incorporarnos al grupo fue larga. Al parecer el mar nos arrastró mucho más de lo que hubiera imaginado. Llegamos con el grupo, bromeamos, y sin más preámbulo, terminó aquel día.


Obviamente yo estaba de vacaciones, por lo que rasurarme estaba fuera de discusión. Al otro día en la mañana, cuando me levanté al baño y me miré en el espejo, noté un grueso pelo blanco y erecto saliendo de mi barba. Me quedé impactado, lo toqué, lo volví a ver y le comenté a mi novia y al grupo. Hubo muchos escépticos, pero como cualquiera, me veo todos los días en el espejo y noto las diferencias. Esa era una diferencia muy evidente. Fue en ese momento donde me vino a la mente aquel cuento de Edgar Allan Poe. Mientras que el protagonista de ese cuento había encanecido totalmente después de encontrarse en el ojo de un remolino. A mí me salió una cana en la barba después de casi ahogarme en el mar de Acapulco. Al día de hoy las canas en esa área ocupan cada vez más espacio.

Esta historia sucedió hace casi 10 años. La he contado varias veces, y durante mucho tiempo sentía escalofríos cada que la contaba. Pero aprendí mi lección. Nunca tendré una novia que no sepa nadar.

sábado, 24 de mayo de 2014

La Ideas del Escritor Mediocre

Con la intermitencia de la soledad, y el sinsentido de los resultados, llegó a la conclusión que no sabía escribir.

Sus esfuerzos por producir material de calidad eran ofuscados por diversos factores. Unos atribuibles a sus obsesiones con el idioma, otros a sus autoflagelaciones.

Su disciplina con la ortografía, por ejemplo, le impedía tomarse la libertad de escribir un párrafo completo sin detenerse. En cuánto notaba la falta de algún acento, la presencia de una letra de más o alguna letra fuera de lugar, teníase que detener a corregir el texto. Perdiendo así el hilo de sus pensamientos.

En cuanto a la gramática, era mucho peor. En la búsqueda de evitar refugiarse en los clichés literarios, o de repetir frases típicas del escritor mediocre, muchas veces se detenía después de escribir tres o cuatro palabras. Sintiéndose imposibilitado para terminar tan solo una sentencia, dada su chocante obsesión con la forma literaria.

A veces, llegaba al ridículo de intentar describir las sensaciones más mundanas con las palabras más grandilocuentes. Que infortunada basa!

Era una desgracia. Sus maravillosas ideas no podían ser plasmadas en papel como existían en su imaginación. En ocasiones, la búsqueda del estilo también se anteponía a su creatividad, fértil, pero también disparatada.

Por si esto no fuera suficiente, cuando el párrafo y las sentencias parecían estar a su favor, lo cual era poco frecuente, su complicado espíritu, lleno de miedos, temores, frustraciones y deseos, le decía no a cada nuevo camino que se le abría al escribir: –No, porque este personaje no puede comportarse de esa forma. –No, porque esta situación desnudaría su alma. –No, porque este comportamiento lo desnudaría ante sus lectores más cercanos. –No, porque...

Era imposible. Las ideas jamás deslumbrarían su exterior como enceguecían su interior.

sábado, 10 de mayo de 2014

Atado Sin Cadenas

Taquicardias, insomnios, arritmias y lo demás.
Un corazón excitado. Un alma solitaria. Una sexualidad desgarrada.
Todo en un mismo cuerpo. Padeciente y despierto.
Sin poder dormir pero sin poder seguir.
Atado entre sus manos. Atado sin cadenas.

sábado, 26 de abril de 2014

Pies Fríos

A diferencia de Keret, a mí no me gusta dormir con la camisa de mi pijama fajada. Me molesta la presión y falta de libertad. Acostumbro dar muchas vueltas en mi lugar antes de poder conciliar el sueño, y disfruto la pequeña brisa en mi espalda baja. Creo que es porque la parte de mi cuerpo que suda en demasía es mi espalda. Disfruto acostarme y que las prendas tomen su lugar conforme se ajusta mi anatomía. También me gusta cuando mi pantalón de pijama se me sube hasta las rodillas. La frescura es casi tan agradable como sentir los helados pies de alguna compañía femenina.

domingo, 13 de abril de 2014

La Pena del Pene

Creo que veo demasiada pornografía. La veo por voluntad y también por obligación. Mantengo desde hace meses un blog de fotografia erótica que requiere mantenimiento diario. Además, no tengo relaciones desde hace tiempo. Por lo que a veces recurro al arte de complacerme. Por si fuera poco, crecí con cable y en la generación del internet, donde el acceso a la pornografía es prácticamente gratuito y abundante.

Pero ninguno de esos dos problemas me acongoja. Me acongojo más cuando me enfrento al sexo real. Tengo grabadas en el subconsciente imágenes de falos de proporciones inmensas. Lo que muchas veces me hace sentir literalmente pequeño. Sobretodo cuando la pareja sexual es nueva. En esos casos en que no hay erección, pero sí desnudez, es cuando más sufro. Mi pene es de proporciones normales, tirándole a microscópicas cuando no estoy excitado o tengo frío.

Aunque he recibido más alabanzas que reprimendas por las proporciones de mi miembro. Me sigo diciendo a mí mismo que no es más que un caso de la eterna admiración heterosexual por el falo. Que pena la del pene.

domingo, 30 de marzo de 2014

Conflicto de Seres Andantes


Somos una especia en extinción. Y no solo eso, además somos despreciados.

Los bípedos nos detestan, dicen que les invadimos su territorio. También dicen que les damos miedo. Que nuestro andar pone en riesgo su supervivencia.

Los cuadrúpedos también nos odian. Por motivos un tanto distintos, pero igual de unilaterales. Dicen que generamos más conflictos que ventajas. Que nuestra causa podría ser válida, pero no en este tiempo, no en esta era. Que al desafiar las leyes de la naturaleza, ponemos en riesgo a la naturaleza misma.

Pero los que más nos odian son los bípedos contaminantes. Aquellos que se parecen a nosotros, pero con el favoritismo del CO2. Para ellos somos los mas inferiores. Para ellos, nuestra ventaja es de hecho inmoral. Para ellos, nuestra existencia es para ser devorada. Para ellos, se hicieron los caminos.

Eso dicen de nosotros los ciclistas.

domingo, 9 de marzo de 2014

Te Seguiría Hasta el Fin

Conquistó al mar tan fácil como a mi corazón. Sin dudarlo, se adentró en las agresivas olas, dominando al instante el sube y baja de la marea. Fue tan rápida su estocada que al mar no le dió tiempo de responder. Antes de que se pudiera formar una segunda o tercera cresta, ya había cruzado el umbral de dichos patrones. Una vez se encontraba del otro lado, volteó, y con el dominio del matador, sonrió. Su blanca dentadura no sólo contrastaba con aquella verde acuosa vastedad, de hecho, el mar empequeñeció ante ella.


Se mantuvo así varios minutos antes de regresar, mientras yo torpemente me mantenía a flote.

Oh inspiración de confianza! Si el mar no me hubiera enseñado a respetarlo hace varios años, podría hoy ser el fatal día en que el océano me hubiera devorado.