Conquistó al mar tan fácil como a mi corazón. Sin dudarlo, se adentró en las agresivas olas, dominando al instante el sube y baja de la marea. Fue tan rápida su estocada que al mar no le dió tiempo de responder. Antes de que se pudiera formar una segunda o tercera cresta, ya había cruzado el umbral de dichos patrones. Una vez se encontraba del otro lado, volteó, y con el dominio del matador, sonrió. Su blanca dentadura no sólo contrastaba con aquella verde acuosa vastedad, de hecho, el mar empequeñeció ante ella.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario